Querido Refugio:
Hace ocho años estaba trabajando en Almería y cada fin de semana volvía a casa. Dejaba la maleta y salía corriendo a ver tus labios me sonrieran, a que tus ojos me envolvieran y a que tu voz me calmara.
Tú no sabías nada, pero tu sola presencia me recargaba para poder soportar estar alejada de ti toda una semana.
Un buen día, paseando por el centro de Almería, el corazón se volvió loco y no pudo más. Necesité una excusa para decirte todo lo que sentía. La encontré en un llavero, sí, en un llavero de plata que recogía todas mis ilusiones.
Nunca un objeto tan simple, guardó en su interior tanto amor ni tantos sueños.
Uno de esos fines de semana, te lo ofrecí. Lo aceptaste con una de tus preciosas sonrisas.
En ese momento mi corazón salió de mi pecho y fue a refugiarse al tuyo... y aún sigue junto al tuyo y espero que para siempre.
Nunca pierdas ese llavero...