"Le ha faltado el canto de un duro..."
"Nadie regala duros a cuatro pesetas..."
"Esto no vale ni un duro..."
El duro: esa gran moneda para los que disfrutamos de él en nuestra infancia. La de cosas que podíamos comprar con un duro.
Recuerdo que los sábados a las tres de la tarde, bajábamos al quiosco para comprarnos pipas, chicles y gusanitos para ver los dibujitos a las tres y media y después el peliculón de sobremesa, normalmente del oeste. Todo un ritual.
Guardaba el duro toda la semana, era mi tesoro y al llegar el sábado planeábamos cómo repartir las pesetas que se incluían en un duro para comprar nuestros manjares.
Una gran moneda plateada en unas manos pequeñas.
Ahora al decir algunas de las frases anteriores, mis sobrinas me miran con la misma cara de extrañeza que yo le ponía a mi madre o abuela cuando me decían algo como: "¡Con una perra chica me llenaban los bolsillos de pipas!" Y yo les preguntaba: "¿Y qué es una perra chica, un animal?"
Debo confesar que me encanta que hayan existido objetos que se resistan a quedarse en el olvido y utilizan las letras para quedarse entre nosotros...
No hay comentarios:
Publicar un comentario