lunes, 23 de marzo de 2009

PISTOLAS

El viernes viví unos de los momentos de mi vida profesional que más miedo me ha dado. Y eso que he sido hasta amenaza por adolescentes fuera de sí, como todo buen profesor que se precie, pero lo del viernes no tuvo nombre.
Estaba de guardia de recreo en la biblioteca de mi instituto cuando me da por mirar por la ventana y veo que hay un tumulto alrededor del muro en un punto concreto. Me di cuenta que había unos doce alumnos (genérico ¿eh?) hablando con dos niños que estaban fuera del centro. Estos individuos son dos alumnos expulsados por problemas de disciplina graves. Se estaban "pasando" algo que no logré ver. Cuando se disolvieron, estos dos "personajillos" se quedaron al otro lado del muro y para mi sorpresa, sacaron una pistola negra y empezaron a disparar perdigones a los alumnos que paseaban en el patio.
Salí corriendo de la biblioteca para advertir a los directivos de lo que estaba ocurriendo y que hicieran algo, por ejemplo llamar a la policía.
La autoridad no apareció y yo me fui a dar mis clases con una "cosilla" en el estómago que no me abandonó en todo el día.
Al terminar el horario escolar, estos alumnos expulsados seguían en las inmediaciones del centro pistola en mano. Realmente como directiva no sé qué medidas se pueden tomar en un caso así, pero como persona, creo que lo mínimo es avisar a las autoridades, y si fuera madre, a riesgo de ir a la cárcel, le daría un bofetón a mi hijo.
Recuerdo que la madre de uno de ellos a principios de curso, vino a quejarse por las continuas expulsiones de su niño y a decirnos que no teníamos paciencia con él.
Es verdad, señora, debemos tener paciencia con su hijo y dejarle que entre en el centro con la pistola y si nos salta un ojo con la pistola... pues no se preocupe señora, que me queda otro ojo.

4 comentarios:

Mirna dijo...

La verdad es que en la mayoría de los centros nos vemos tan pillados de manos que no sabemos qué hacer. Lo único, llamar a la policía, pero ¿qué pueden hacer ellos? Lo vemos constantemente, estamos indefensos ante los menores, pues parece que no hay ley alguna que pueda meterlos en cintura, sino todo lo contrario. Los padres los protegen, la sociedad también, así como las leyes. ¿Qué nos queda? echarnos las manos a la cabeza y gritar, quizás.
Un besazo.

Ángeles L. Satorre dijo...

Querida Mirna, tienes razón, lo único que podemos hacer es llevarnos las manos a la cabeza y gritar. Pero da tanto miedo e impotencia el ver cómo se pueden perder unos chavales tan jóvenes. ¿Llegaremos a poner detectores de metales en las puertas de nuestros centros?
Dios quiera que eso no sea necesario.
Gracias nueva bloguera

Anónimo dijo...

La verdad es que la cosa se pone muy fea. Yo antes pensaba que eso sólo ocurría en EEUU, pero después me di cuenta que la diferencia es que aquí vamos con retraso y que con el tiempo todo llega. A mi a veces me dan ganas de ir al trabajo con chaleco antibalas...

Ángeles L. Satorre dijo...

Querida Judit, es verdad que en tu trabajo necesitarías un chaleco antibalas y hasta un escolta detrás tuya en la consulta para estar libre de peligro...
Esperemos que nos diferenciemos en algo de los estadounidenses y tengamos personalidad propia para no caer en los mismos errores.
Un abrazo