viernes, 6 de febrero de 2009

1. VOLAR...


Se preguntaba cómo podían situarse tantas gaviotas sobre el mar con tanto orden. No sabía porqué pero se colocaban siempre sobre la misma zona formando casi un triángulo perfecto y eso la desconcertaba.


El viento agitaba sus rizos negros que la hacían inconfundible entre la arena blanca de la playa. Quizás pareciera que no tenía una rutina que la llevara a contemplar el suave planear de las gaviotas sobre el mar y como, poco a poco frenaban su vuelo para posarse formando una figura geométrica, pero siempre que empezaban a enfurecerse las aguas sentía una atracción irrefrenable de correr a ver el ritual de las gaviotas.


Sara pensaba que había un tesoro bajo esas oscuras aguas y que sus gaviotas la llamaban para indicarle exactamente dónde se escondía.

Aquella idea llegó a su cabeza a los once años cuando su tía Nines comenzó a llevarla a pasear por la playa cada fin de semana y de esa forma transmitirle su pasión por el mar...


Nines le contaba historias sobre las gaviotas y sus vuelos rasantes hasta que se ponían de acuerdo sobre qué dibujo querían pintar sobre la superficie y así atraer a los peces a la superficie para darse el gran festín. Sara jugaba a adivinar: ¿sería un círculo? ¿o una estrella?


Cada fin de semana, las curiosas gaviotas esperaban a Nines y a Sara para empezar su gran baile sobre las olas.

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