Ayer estuve en un bautizo y como siempre, me quedo sorprendida por la paciencia que tienen los padres con sus hijos, en la mayoría de los casos claro. Se les entretiene con lo que sea para que guarden un mínimo de silencio pues se está en una iglesia y da mucho apuro ver como todo el mundo se vuelve a buscar a ese padre que no consigue hacer callar a su hijo que solo quiere jugar y oír el eco de su voz.
Todo esto me recordó una anécdota de mi hermano mayor, Paco, cuando tenía unos tres o cuatro años.
Mi hermano era muy lento comiendo. Para que os hagáis una idea: masticaba los fideos de pelo del puchero. Lo cual hacía que mi madre desesperara hasta el punto de inventarse un cuento para que no lo hiciera:
"Paco, hijo, érase una vez un niño que cada vez que comía fideos los masticaba. Un día cuando iba a llevarse la cuchara a la boca, uno de los fideos se levantó de la cuchara y con cara de miedo le dijo al niño: "No me mastiques, trágame..., no me mastiques, trágame...". Desde entonces, el niño hizo caso a ese fideo que se atrevió a pedirle ese favor y se tragaba los fideos sabiéndole aún más buenos que antes."
Funcionaba a veces, pero un día que no funcionó, a mi padre se le acabó la paciencia, cogió a mi hermano en brazos y lo lanzó hacia la cama desde el comedor, unos dos metros de distancia, y durante ese primer vuelo sin motor mi hermano Paco fue haciéndose pipí mientras surcaba el aire.
He de hacer varias aclaraciones:
1ª. En defensa de mi padre, diré que lo hizo solo esa vez y fue controlado pues lo lanzó sobre la cama de matrimonio que estaba al lado.
2ª. A mi hermano no le quedó ningún trauma infantil como pudiera ser miedo a volar o fobia al puchero.
3ª. Mi madre añadió una nueva parte al cuento sobre el fideo parlanchín: "No me mastiques, trágame... si me masticas puedes hacer un vuelo incontrolado y muy peligroso..."
4ª. Cuando mi hermano mediano y yo, que soy la pequeña, comíamos puchero y mi madre nos contaba el cuento, mirábamos a mi hermano mayor y él nos decía: "Haced caso al fideo parlanchín que yo conozco a ese niño..."
Lo diré siempre, ¡qué difícil es ser padres!
Todo esto me recordó una anécdota de mi hermano mayor, Paco, cuando tenía unos tres o cuatro años.
Mi hermano era muy lento comiendo. Para que os hagáis una idea: masticaba los fideos de pelo del puchero. Lo cual hacía que mi madre desesperara hasta el punto de inventarse un cuento para que no lo hiciera:
"Paco, hijo, érase una vez un niño que cada vez que comía fideos los masticaba. Un día cuando iba a llevarse la cuchara a la boca, uno de los fideos se levantó de la cuchara y con cara de miedo le dijo al niño: "No me mastiques, trágame..., no me mastiques, trágame...". Desde entonces, el niño hizo caso a ese fideo que se atrevió a pedirle ese favor y se tragaba los fideos sabiéndole aún más buenos que antes."
Funcionaba a veces, pero un día que no funcionó, a mi padre se le acabó la paciencia, cogió a mi hermano en brazos y lo lanzó hacia la cama desde el comedor, unos dos metros de distancia, y durante ese primer vuelo sin motor mi hermano Paco fue haciéndose pipí mientras surcaba el aire.
He de hacer varias aclaraciones:
1ª. En defensa de mi padre, diré que lo hizo solo esa vez y fue controlado pues lo lanzó sobre la cama de matrimonio que estaba al lado.
2ª. A mi hermano no le quedó ningún trauma infantil como pudiera ser miedo a volar o fobia al puchero.
3ª. Mi madre añadió una nueva parte al cuento sobre el fideo parlanchín: "No me mastiques, trágame... si me masticas puedes hacer un vuelo incontrolado y muy peligroso..."
4ª. Cuando mi hermano mediano y yo, que soy la pequeña, comíamos puchero y mi madre nos contaba el cuento, mirábamos a mi hermano mayor y él nos decía: "Haced caso al fideo parlanchín que yo conozco a ese niño..."
Lo diré siempre, ¡qué difícil es ser padres!
6 comentarios:
Me encanta esa anécdota, sobre todo la manera que tienes de contarla. Ten cuidado no vaya a ser que encarcelen a tu madre con carácter retroactivo por encubridora. Besitos desde el tajo.
Muchas gracias, Frente pequeña. No sabes la ilusión que me ha hecho que entres en el país de los risueños.
Espero que el delito haya prescrito y que mi madre quede impune.
Que la noche sea leve en el tajo.
Un besazo
Me ha encantado, Ángeles. Me he reído un montón. Si no te importa, y como veo que la historia del fideo parlanchín no lleva copirrai, la usaré con fines similares a los de tu madre.
Un besazo.
Mirna me alegro que te haya gustado y si he conseguido arrancar una sonrisa, ya ni te cuento.
Debo decirte que mi madre tiene una gran imaginación y para cada comida se inventaba un cuento si nos poníamos un poco petardos,, así que como buena madre que eres tienes todo el derecho a usar el fideo parlanchín con o sin copirrai.
Besitos.
Esta es la anécdota más simpática de toda la blogosfera. Un beso
Muchas gracias Jesús. Desde luego cada vez que la recordamos en mi familia, nos reimos mucho.
Un abrazo.
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